Nico, cabeza levantada y ojos bien abiertos, la cruza de
derecha a izquierda y ahí viene ella rodando a mi encuentro, relojeo al portero
y al lateral que me venía cerrando; un rápido recuerdo del recreo del colegio José
Manuel Estrada y esos arcos pintados sobre los ladrillos desalineados me invade,
elevo mi pierna más marxista para sacudir cuando siento una voz interior, algo
alemana, sí señor, mi primer ídolo, el Gaby Steimbach que me susurra “enganche
y primer palo nene”. Cumplo con la primer parte del consejo y cuando iba a
ejecutar la segunda, me cruzan vehementemente a la altura de la rodilla.
Silbatazo del referí y penal para Estudiantes de Coronel Suárez.
Antes de eso hay una previa, o años de previa. Todo comienza,
como comienzan las cosas interesantes, en charlas de bar. En la búsqueda de
formar un equipo con los estudiantes que emigraban de Coronel Suárez, nuestro
pueblo natal, a Buenos Aires en busca de formación universitaria. Varios
pioneros de veintilargos años nos comentan a los más mancebos de 18, de la idea
de juntarnos y participar en el torneo de fútbol amateur de la Universidad de
Buenos Aires. Así fue como un 3 de marzo del 2003 debutaba Estudiantes de
Coronel Suárez, un nombre simple pero descriptivo desplazando en la votación a
Los Soldados del Coronel, quizá un tanto más original pero muy bélico para
estos simpáticos entusiastas.
Año tras año morábamos plácidamente en la última categoría
del torneo de fútbol amateur con alti-bajos permanentes. Altos cuando de
ingesta de cebada para recuperar energías se trataba, bajos cuando en la facultad
había vacaciones de invierno, gran parte del equipo se iba a nuestra ciudad de
origen y el equipo quedaba diezmado. Este sábado de julio del 2008 era uno de
esos días, éramos solo 11 jugadores y el director técnico, la particularidad de
la fecha hizo que coincidiéramos varios de los que más temporadas con el equipo
teníamos, ya formando una amistad que excedía la verde gramilla.
“Resignó la mitad de su contrato, alrededor de 3 millones de
verdes, para volver al club de sus amores”; “Mengano dejaría de cobrar 3 mil
millones de patacones que le debe el club a cambio de la venta al Spartak de
Moscu en 15 millones de euros”- Y así podemos enumerar cantidad de situaciones donde
los medios buscan captar la sensibilidad vacua del hincha en base al famoso
amor a la camiseta. No señor. Amor a la camiseta es tomarse el colectivo 37 a
las 8 de la mañana de un sábado que no pasa los 5 grados, con la música del
boliche a cuestas, 60 minutos de sueño profundo y hasta quizá, resignando la
calidez de alguna compañía amorosa.
Retomando el párrafo inicial del relato, el penal se cambió
por gol gracias al empeine izquierdo de Lucho y empezábamos ganando un difícil
partido contra Barrilete Cósmico. Ese memorable once inicial con Bichoverde en
el arco, una férrea línea de 4 con el Toro, Cadena, Ingles y Tito; Nico Lucho
Nacho y quien les habla en el medio, Gavilán y Peggy arriba iban a ver como
todo empezaba a desmoronarse 5 minutos después.
La suerte nos iba a jugar una mala pasada, en menos de un
minuto Gavilan iba a sufrir un desgarro que lo sacaba de la cancha, y una
vehemente entrada de nuestro lateral izquierdo iba a ser castigado con tarjeta
roja por el hombre de negro. Estudiantes se quedaba con dos jugadores menos que
el rival con mucho tiempo por recorrer.
Como las malas suelen venir en manada, del tiro libre que
produjo la roja, llego un centro envenenado al punto del penal, parietal
izquierdo del 2 rival y empate transitorio en la cancha número 3 de Ciudad
Universitaria. El clima parecía acompañarnos en la caída, y a los bajos grados
se le agrega un viento penetrante, que hace que uno se replantee fuertemente la
decisión de emigrar del somier una hora antes.
El DT Macana resigna un delantero y propuso un 3-4-1 como
sistema táctico para aguantar el empate hasta que terminase ese primer tiempo
con vaivenes de todo tipo y alejar los fantasmas agoreros de una mayor
tempestad.
Al reinicio del partido, el rival quedó en nuestro campo,
atacándonos de manera constante, dada la superioridad numérica. Pasaban los
minutos y nuestro equipo iba sintiendo una merma física importante, con
jugadores de nula fidelidad al entrenamiento pero muy ordenados tácticamente.
El reloj corría y el equipo gestado en el sudeoste de la provincia de Buenos
Aires se empezaba a aferrar al empate.
Pero el Peggy, el único y aislado delantero de nuestro
equipo, tenía otros planes. Recibe de espaldas un despeje fortuito en mitad de
cancha, gira a su izquierda y en una baldosa deja dos rivales atrás. Sus 157 cm
le permitieron ver que el arquero estaba adelantado, ya cruzando la mitad de
cancha saca un teledirigido de su pierna zurda que iba a volar 55 metros y tras
saltear cuanto contrincante haya vía área, se iba a colar en el fondo de la
red. Golazo. Gritos. Abrazos.
Los últimos diez minutos de partido fueron una sucesión de
ataques para buscar el empate de ellos, y despejes desesperados nuestros
esperando el final. Final que llegaría para toda la alegría de
Estudiantes, para enfundarnos en abrazos de amateur, de cansancio y satisfacción,
con el premio de tener una anécdota heroica para contarle a nuestra
descendencia, de un grupo de amigos que desafió la inferioridad numérica con el
corazón.
No es una historia de un partido definitorio, no fue una
final ni una lucha por la permanencia. Fue un partido más en un torneo de 19
fechas, Estudiantes no estuvo ni cerca de salir campeón, absorbidos en la
intrascendencia de la mitad de tabla de un año cualquiera, pero imborrable para
la memoria de esos doce compañeros que terminaron compartiendo mucho más que la
cerveza post partido.